Descubriendo el Carnaval de Rio

Dulce, versátil y aventurera como ella sola, nuestra amiga Eva ha hecho un viaje que nos ha dejado con la boca abierta. Se fue a descubrir la samba que recorre su cuerpo,  y que mejor sitio que Brasil para encontrarla. A continuación os dejamos con un vibrante artículo en el que nos cuenta detalladamente su paso por el Carnaval  Río de Janeiro.

Gracias Eva!

La magia de Rio de Janeiro

Lo mejor de esta ciudad Brasileña, la segunda más poblada después de São Paulo, es la vida que desprende.

A pesar de no ser particularmente estética en cuanto a arquitectura urbana se refiere, sus calles están llenas de vida. Flora verde y exuberante en todas partes, fauna exótica que convive tranquilamente con la población en el día a día, y gentes desprendiendo energía y sonrisas por doquier.

Tanto desde el mítico Cristo Redentor, como desde su preciado Pan de Azúcar, se puede admirar la salvaje geografía del lugar, una ciudad en medio de lo un día fue la selva. Edificios en medio de montes verdes, lagos azules y costas de un océano Atlántico un tanto salvaje.

Rio es una ciudad tropical y cálida y, como tal, sus habitantes se pasean todo el día en chanclas (o Havaianas para ser más exactos) y ligeros de ropa, desde el más joven al más mayor. Ni mujeres ni hombres se sonrojan a la hora se enseñar su cuerpo. Sin importar la talla, lo importante es mostrar las curvas de manera natural y feliz, sin pensar en los estándares de belleza tan (enfermizamente) arraigados en Europa. Una vez allí, descubrí que la fama sexy atribuida a las brasileñas viene de su exuberancia femenina y naturalidad sin tapujos.

Copacabana, Ipanema y Leblon son lugares que tenía idealizados de las eternas canciones de Bonsanova Brasileña. Sus playas y paseos (cada uno caracterizado por su exclusivo calçadão, las formas y dibujos del pavimento), no son tan “bonitos” como lo eran en mi imaginación. Edificios conglomerados grandes y grises, típicos del boom del turismo de los 70 invaden las calles, pero no consiguen menguar la magia del lugar.

Y mucho menos en Carnaval.

Visitar Río en Carnaval es un privilegio que vale la pena experimentar. La alegría se palpa en el ambiente. Vayas donde vayas, todo el mundo lleva algún tipo de complemento carnavalero. No es raro ver a muchos hombres con falda, la gran mayoría sin camiseta; y a las mujeres vestidas con atrezos de lo más sexys. La ocasión lo vale y lo permite, ¡es Carnaval!

En el metro, los pasajeros cantan a voz en grito canciones típicas de Brasil. Los jóvenes empiezan, usando cualquier superficie como percusión, y como turista, te sale una sonrisa cuando miras alrededor y te das cuenta de que el resto del vagón (sean de la edad que sean), les sigue. Todos se saben las canciones y, ya sea con un murmullo tímido o a pleno pulmón, aprovechan esa semana mágica para cantar, recordar la cultura que les une y dejarse llevar.

Las calles se llenan de gente y las bloc parties se multiplican por la ciudad. Se trata de fiestas más locales, donde los vecinos o invitados acuden a cantar, bailar y beber durante todo el día. Sorprende ver que la mayoría de asistentes son brasileños, los turistas (o gringos) más bien se pasean boquiabiertos, admirando el ambiente, sin participar tanto en el jaleo. Es su fiesta y se nota. El Carnaval de Rio es famoso en todo el país, y muchos brasileños aprovechan las fechas para no perdérselo.

El concurso de la alegría

Lo que más me gustó del Carnaval de Río, sin embargo, no fueron ni las bloc parties, ni los disfraces de la gente, ni la música, ni las fiestas en el metro… sino vivirlo desde el famoso Sambódromo.

Tuvimos la suerte de conseguir entradas para un box de grupo a pie de pista, y vivir en primera persona la noche y los desfiles del sábado. Si existe una manera de definir lo que allí acontece, mi definición seria “el concurso de la alegría”, donde las diferentes escuelas de samba de Río compiten para ver quién alegra más la vista, los oídos y el corazón del público a lo largo de la noche.

Además de alegrarme los sentidos, tuve la suerte de aprender mucho sobre cómo funcionan los desfiles del Sambódromo, el templo del Carnaval más profesional.

Existen diferentes escuelas de samba en Rio, asociaciones que normalmente se rigen por barrios o parroquias, y que cuentan con muchos años de historia. Cada escuela participa en una “liga”, como en el fútbol, de la más alta a la más amateur. Las escuelas de nivel más profesional se dejan para el domingo, la gran noche por excelencia, y el resto participan las otras noches.

Cada noche, desfilan unas seis escuelas, cada desfile dura casi una hora y cuenta con más de 10 grupos y carrozas. Cada escuela elije un tema, tanto histórico como social, y todos los detalles del desfile se ambientan alrededor de eso. A conjunto con su “tema”, con sus disfraces y carrozas propiamente personalizadas, cada escuela crea y canta también su propia canción. Sinfonía que cantan una y otra vez a modo repeat y que, a los 10 minutos, no puedes evitar aprendértela y tararear con ellos al unísono.

La puesta en escena es increíble, la percusión se te mete en los huesos, la samba se pega a tus piernas, y la felicidad de los orgullosos carnavaleros se vuelve la tuya.

El Carnaval de Río fue mucho mejor de lo que me esperaba, y lo que más me llamó la atención fue que, además de las imponentes musas de carnaval o passistas (las típicas brasileñas buenorras con plumas taconazos y tanga, sambando como si no hubiera un mañana), los integrantes de cada escuela son gente de todas las edades, tamaños y géneros. Desde niños a personas mayores, si por algo se caracteriza esa fiesta allí es por ser la fiesta de todos.

“Es un momento muy emotivo – me contaba mi amiga brasileña – porque llevan un año trabajando para el día de hoy, a la que acaba el Carnaval de un año ya empiezan a pensar en el siguiente”.

Luego están los jueces, vestidos de blanco y observando con atención desde lo alto de las gradas. Ellos son los encargados de puntuar a cada Escuela por diferentes aspectos de su desfile, desde la música, el baile, el vestuario hasta los diferentes personajes.

Cada desfile cuenta con diferentes personajes o conjuntos carnavaleros que se repiten en cada escuela. El Grupo de Batería (sus músicos) liderados por la Reina de Batería, las Bahianas (mujeres mayores vestidas con faldas de mucho vuelo y muy respetadas por todos), la Abanderada y su escolta (orgullosos encargados de portar la bandera de la escuela), o la Comisión de Frente (los bailarines más profesionales, cuya samba requiere el mayor nivel de dificultad) son algunos de los personajes principales que no faltan en cada desfile.

Cuando acaban todas las noches y todos los desfiles llega el momento de averiguar la puntuación de cada escuela, evento que para ellos se vive como si fuera nuestra noche de Eurovisión. Dentro de cada liga, los dos primeros suben a la siguiente, y los dos últimos bajan a la anterior.

Así cierra la semana más mágica de Río, pero nada acaba. Solo quedan 365 días para preparar el Carnaval del año que viene.

 

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