De Melbourne a Sydney (VII): Por fin estamos en Sydney
¡Y por fin llegamos a Sydney! Era ya de noche cuando tocábamos el timbre de casa de nuestro couchsurfer. Ya habíamos perdido la esperanza de que alguien nos acogiera, pero en el último momento un alma caritativa respondió a nuestro anuncio público.
Tengo que decir que fue una de las experiencias más surrealistas que hemos tenido en couchsurfing, pero bueno, de contar esas y otras historias ya nos encargaremos en otro artículo.
Con los billetes para Indonesia ya comprados, teníamos por delante tres días para disfrutar de la ciudad y sus atracciones. Sydney es una ciudad enorme y nos moríamos de ganas por deambular entre sus mundialmente conocidos edificios.
¿Qué hicimos en Sydney?
Desde el barrio donde nos alojamos, Redfern, hasta el puerto se tarda unos 30 minutos andando. El transporte aquí es carísimo y se necesita una tarjeta Opal.
Nosotros decidimos ahorrar unos dólares en eso, y de paso quemar algunas calorías, que tampoco venía mal.
En el camino pasas la gran Estación Central y sigues por George St. o Pitt St. hacia los rascacielos. Hay mucho ambiente en las calles. Muchos restaurantes de comida asiática, y también muchísimos asiáticos con sus cámaras para nada portátiles. De veras, llama la atención lo en serio que se toma la fotografía esta gente.
Sigues caminando y el corazón te palpita más deprisa. Estas llegando y lo sabes. Doblas las últimas esquinas… ¡Y ahí está! La estampa de Sydney que desde pequeñito siempre quisiste ver se encuentra ante tus ojos.
A la izquierda el imponente puente del puerto. A la derecha la inconfundible silueta de la Opera. Enfrente un gran crucero que no pinta nada, ¡qué lo borren por dios! Y detrás el skyline del centro financiero. ¡Para enmarcar!
Paseamos hasta la Opera girándonos a cada momento en plan 360 para no perder detalle. Parar cada dos metros porque te gusta para una foto no es muy de mi agrado pero no paré de hacerlo.
Desde ahí continuamos hacia el Jardín Botánico por el paseo dejando la Opera y el puente a nuestras espaldas hasta el mirador de Mrs Macquarie’s Chair, desde el que se pueden tomar unas fotografías fabulosas.
El Real Jardín Botánico bien merece que le dediquemos algo de nuestro tiempo para curiosear. Decenas de cacatúas habitan sus árboles y “animan” el lugar con sus ensordecedores graznidos.
Muy cerca de la Opera se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo. La entrada es gratuita y seguro que será un plus añadido si eres un gran amante del arte. Nosotros pasamos por allí sin pena ni gloria la verdad. Nuestro gusto por el arte moderno, por desgracia, no está muy desarrollado.
Habíamos hecho tiempo suficiente hasta el comienzo del espectáculo de luces y sonido que se da cada día tanto en la Opera como en otros edificios importantes por todo el centro de Sydney. Este nuevo espectáculo viste de color la ciudad y entretiene con diferentes shows a los miles de turistas que transitan las calles del centro al caer el sol. Por desgracia, está disponible únicamente del 27 de mayo al 17 de junio. Así que si estáis por allí en esas fechas… ¡No os lo podéis perder!
En los siguientes días hicimos de nuevo la ruta andando hasta el centro, concretamente a The Rocks. Cruzamos el puente del puerto (Harbour Bridge) hasta el barrio de Manly, desde el que se puede ir paseando por la orilla del mar disfrutando de las vistas en cada mirador. Nosotros no fuimos demasiado lejos, ya que preferimos dar una vuelta por el Luna Park, un parque de atracciones abierto allá por la década de los 30 y que hace las delicias de los pequeños y no tan pequeños, sobre todo los fines de semana.
El puente es una auténtica mole de acero por el que se puede subir si os animáis con el tour , aunque ya de por si con sólo cruzarlo os lleváis una inmejorable panorámica.
Nada más dejar el puente ya de vuelta en The Rocks nos topamos con un pub muy apañado y bastante bien de precio (The Australian Heritage Hotel) en el que echamos el resto de la tarde tomando unas cervecillas.
La lluvia hizo acto de presencia el último día, que era el que teníamos reservado para Bondi Beach, la playa por excelencia en Sydney. Puesto que no eran gotitas sino gotones lo que caía pensamos que, muy a nuestro pesar, lo dejaríamos para una futura visita.
Dio poca tregua la tormenta, pero lo poco que tuvimos lo aprovechamos para volvernos al puerto para ver por última vez la Opera y su espectáculo. De camino pasamos por Hyde Park y la Catedral de St. Mary, que allí, entre la neblina y la lluvia tenía un aspecto bastante siniestro.
La aventura australiana llegaba a su fin y Sydney nos despidió con una tormenta de las que marcan época. Creo que jamás vi caer tanta agua, y la verdad que llegamos a temer por el vuelo.
Llegar al aeropuerto es muy fácil. Nosotros optamos por coger el tren desde la estación central, ya que nos pareció la opción más rápida (15 mins) y segura. Puedes ver horarios y precios aquí.
Y muy tristemente, como cada vez que nos despedimos de un lugar, toca decir adiós a nuestra travesía por el país-continente australiano; una verdadera inmensidad repleta lugares bellos y remotos en los que el tiempo se detiene y todavía es posible el disfrute de algo tan poco valorado como el silencio. Hasta pronto Australia. Sin duda volveremos a vernos.
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¡Qué chulo! Me tomo los consejos de recorrido. Llego ya en seguida a Sydney.
Por cierto, ¿qué tal la experiencia de Couch Surfing?
Pues tiene su miga Mai. Tuvimos bastantes couchsurfers a lo largo de viaje pero ninguno como este. Fíjate que tuvimos que salir corriendo de allí después de la primera noche jeje. Digamos que creemos que se equivoco de red de contactos y buscaba algo que no podíamos darle. Fue bastante incomodo la verdad.
Un saludete y que lo disfrutes. Te va a encantar! Bueno, los precios no tanto jeje.
Hasta pronto
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